domingo, 31 de enero de 2010

Románico

Origen y evolución:



 

(pequeña introducción al románico)


La arquitectura románica es el opus romanum desnaturalizado, es el hallazgo en aquélla de formas, diseños y elementos constructivos ya utilizados por los romanos en sus edificios clásicos. Cabe apuntar esto en relación con la extendida adopción de la planta basilical, de la exedra transmutada luego en ábside, del arco de medio punto, de la bóveda de cañon y de la cúpula, entre otros aspectos.

El término románico se aplicó originariamente a la arquitectura, si bien trascendió no sólo a las demás artes sino a toda la cultura; incluso fue más allá para abarcar bajo tal denominación la organización social, la forma de vida, la religiosidad y, en general, todo cuanto representa una época. Es la llamada época del Románico o los siglos del Románico. Son éstos los siglos XI y XII.


Este acotamiento cronológico no es riguroso ni aplicable a todos los lugares. Las primeras manifestaciones de una nueva forma de arquitectura que podría encajar en los cánones más o menos laxos del románico se dieron ya en algunas regiones de Europa como Lombardía en el siglo X, mientras que en las zonas más rezagadas no se abandonó este modo de construir edificios hasta bien entrado el siglo XIII. Por otra parte la transición del estilo románico a su sucesor, el gótico, no fue brusca sino evolutiva, de forma que existen obras de principios de la decimotercera centuria que participan de rasgos de ambos estilos y que suelen clasificarse como protogóticas.

Puede sorprender que en la cronología de los estilos artísticos el Románico preceda al Gótico, siendo así que gótico es todo lo «perteneciente o relativo a los godos». Para los renacentistas, todo el periodo comprendido entre la caída del Imperio Romano (476) y el resurgimiento del mundo clásico o «Renacimiento» -movimiento cultural y artístico sin fecha definida de comienzo pero difundido durante el siglo XV- se englobó bajo la genérica denominación de «gótico». Cuando se hablaba de las obras Gothorum, de los godos, se utilizada esta palabra en su despectivo sentido de bárbaros, de pueblos ajenos a la cultura greco-romana. De ese arte Gótico así entendido, con toda su amplitud temporal de casi diez siglos, se extrajo el Románico y todo lo que le antecedió, el Prerrománico, quedando restringida la denominación de gótico para el estilo posterior al románico y previo al Renacimiento.



(he aquí una catedral románica en España, Seu d'Urgell)


Estilos antecesores:

La nueva concepción imperial de Europa puesta en práctica por Carlomagno, quien se hizo coronar en el año 800 como emperador del resurgido Sacro Imperio de Occidente, llevó consigo en lo artístico un florecimiento generador de un estilo propio, el arte carolingio, de inspiración en el clasicismo romano y en el cristianismo, que persistió en la Europa central a lo largo del siglo IX. Extinguido el imperio carolingio tomó el relevo el otoniano, el «Sacro Imperio Romano Germánico» instaurado por Otón I el Grande. Aunque restringido territorialmente a Germania, este renovado imperio fue en muchos aspectos, entre ellos los artísticos, continuador del «renacimiento carolingio». El arte otoniano, activo durante la segunda mitad del siglo X, acabó solapándose con el románico a comienzos del siglo XI.


Ambas tendencias artísticas, la carolingia y la otoniana, pueden considerarse antecesoras del arte románico no sólo como precedentes en el tiempo sino como bases en las que se fundamenta este arte; puede atribuírseles con toda propiedad la denominación de arte «prerrománico». En efecto, en la arquitectura carolingia aparecen algunos de los rasgos que, tomados muchos de ellos de las construcciones romanas, pasarán a ser característicos del románico. Así, la planta basilical de tres naves, la columna, el pilar cruciforme, el transepto, la girola y las torres elevadas sobre la fachada occidental, disposición esta última tan típica del románico alemán. La arquitectura otoniana incorpora las anteriores soluciones carolingias a las que añade una cierta dosis de bizantinismo para avanzar en la senda prerrománica. También utiliza la planta basilical, rematada con frecuencia en cada uno de sus extremos -cabecera y pies- por sendos ábsides. Es característica de ella la alternancia de los pilares y las columnas en las alineaciones de soportes, así como la disposición de tribunas en el extremo occidental de las naves.


Características de la arquitectura:

Desde el punto de vista exclusivamente arquitectónico el románico fue un esfuerzo continuo en construir templos perdurables con la mayor grandeza posible pero evitando su posible destrucción. En este empeño la arquitectura románica siguió un proceso evolutivo continuo de perfeccionamiento y de resolución de problemas tectónicos en busca de la altura y la luz.


Para ello el material empleado debía ser piedra fundamentalmente, aunque no se renunció a otro materiales. Otra condición ideal era que el templo debía estar abovedado. Esto era por dos razones: la primera, por dar mayor relevancia simbólica al edificio y otra, más práctica, para evitar los incendios que los techos de madera sufrían con cierta frecuencia.


Estos deseos llevaron a los arquitectos románicos a construir sus iglesias con grandes muros macizos de piedra que pudieran soportar los enormes pesos de las bóvedas. Los vanos, aunque deseados por el simbolismo de la luz, fueron practicados de manera más escasa que en el gótico -vanos estrechos y saeteras- pues suponían frecuentemente menoscabo de la resistencia de los muros. Como consecuencia secundaria, el interior de los templos románicos se envuelven en una tamizada luz que invita al recogimiento.
El sistema de empujes y contrarrestos de las bóvedas -mediante columnas, pilares, contrafuertes, otras bóvedas, etc.- se convirtió en el principal problema ingenieril a resolver y que no siempre se hizo con acierto, como sabemos por innumerables derrumbamientos producidos en diferentes épocas.


 
 
Plantas




Las plantas de las iglesias fueron muy variadas y es imposible hacer una relación de todas ellas. Citaré las más importantes:



Plantas de salón o basilicales

Esta planta está relacionada con antiguos edificios públicos romanos y sobre todo, por las primeras iglesias paleocristianas y prerrománicas Se trata de iglesias longitudinales con 1, 3 ó 5 naves paralelas (espacio entre filas de arcadas) sin transepto y normalmente finalizadas en cabecera de ábsides semicirculares escalonados.



Plantas de cruz latina


A la disposición anterior se le añadía un brazo perpendicular saliente en planta (transepto) con lo que el resultado era de cruz latina. Ello simbolizaba la cruz de Cristo. Estas iglesias podían estar también rematadas en cabeceras con ábsides escalonados. Sin embargo, en iglesias de peregrinación y otros grandes templos las naves terminaban en una cabecera compleja formada por capilla mayor rodeada de una girola o deambulatorio de una o varias naves que la rodeaba y a la que se abrían capillas radiales.

(nombre de las flechas comenzando por la superior izquierda y en dirección de las agujas del reloj: torre, nave central, transepto, girola, absidiolo, crucero, pilares cruciformes, nave lateral)

Plantas circulares o poligonales



Las iglesias de plantas circulares o poligonales son menos frecuentes.
Normalmente son templos al servicio de comunidades de órdenes militares participantes en la Cruzadas, como los templarios o los caballeros del Santo Sepulcro, por parecerse al templo de Salomón y al del Santo Sepulcro de Jerusalén, respectivamente.







Planta de cruz griega


Otra planta ocasional es la de cruz griega, es decir, formada por dos naves iguales que se cruzan perpendicularmente en el centro. Podriamos encontrar un ejemplo en el municipio de Cellere, en la provincia de Viterbo.



Bóveda:




La bóveda es una obra de fábrica curvada que sirve para cubrir el espacio comprendido entre dos muros o entre varios pilares.

En el periodo del románico pleno la bóveda más empleada para cubrir la nave principal del templo es la de medio cañón (bóveda de directriz continua semicircular) con arcos transversales de refuerzo o fajones, cabalgando sobre las arquerías inferiores. Esas enormes bóvedas ejercían una fuerza no sólo vertical sino transversal que tenía que ser contrarrestada con otras naves laterales o la presencia en el exterior de los muros de poderosos y macizos contrafuertes.
Aunque la bóveda de medio cañón longitudinal fue -como decimos- la más ampliamente usada para la nave principal, no se dejaron de inventar, durante el período románico, nuevas e ingeniosas formas de cubrición.







Por otro lado, en las naves laterales de los edificios del románico pleno se emplea principalmente la llamada bóveda de arista, construida sobre un espacio cuadrado y formada por el cruce de dos bóvedas de cañón de igual anchura.





Esta bóveda, cuando se genera por el cruce de arcos apuntados y se refuerza con nervaduras da lugar a la bóveda de crucería.


Para abovedar el crucero, espacio cuadrado de intersección de nave y transepto, se emplea la cúpula, o bóveda con forma de media esfera u otra forma aproximada. Para pasar del cuadrado del crucero al círculo de la base de la cúpula semiesférica se emplearon las pechinas (soportes en forma de triángulo curvilíneo). También se usaron las trompas (soportes de forma cónica) que convertían el cuadrado en octógono como transición al círculo.

En los ábsides de planta semicircular se usó de manera invariable la bóveda de horno o de cuarto de esfera que se engarzaba a la de medio cañón correspondiente al tramo presbiterial.

La gran utilidad de estas bóvedas es que los empujes que generan sobre las estructuras inferiores son más verticales y localizadas lo que permite un mejor contrarresto.
A lo largo del siglo XII se suceden iglesias con planta y soportes plenamente románicos (el habitual pilar cruciforme con cuatro semicolumnas en sus caras) que sin embargo tienen abovedamiento de crucería. Ello obligó en algunos casos a improvisar ménsulas para las nervaduras de la bóveda.

Estas construcciones de la arquitectura románica madura nunca han de considerarse góticas sólo por el abovedamiento. El gótico es un concepto arquitectónico y estético diferente. Los soportes góticos se hacen más complejos -con multitud de columnillas adosadas unas a otras o al pilar- para recibir los numerosos nervios de la bóveda de crucería y este avance se emplea para "desmaterializar el muro" y convertirlo en un mundo de cristal.















(boveda de cañón)
                     (boveda de arista)

(bóveda de crucería: aunque ésta pertenece más al gótico que al románico y podría situarse más bien en la transición del uno al otro)
















El muro románico:



En los muros es donde comienzan y acaban las fuerzas mecánicas del edificio. Resultan sólidos, rotundos y compactos, donde las tensiones que están por encima de él se reflejarán en forma de gruesos contrafuertes que resistan las presiones de las bóvedas, evitando la fractura del mismo y la ruina de la iglesia.
Con un espesor que oscila entre sesenta centímetros y un metro estaban constituidos por dos paramentos de piedra acogiendo mortero en medio para reforzar su dureza. De sillares generalmente bien escuadrados en el Segundo Arte Románico, no lo había sido en la etapa anterior en la que la piedra mediana o sillarejo se había adueñado del paramento.
En ese primer momento del románico el muro apenas ofrecía decoración, como no fueran los arquillos ciegos y las bandas lombardas, careciendo casi totalmente de vanos.

No sería así en el Segundo Arte Románico, donde la realidad del momento ofrece gran cantidad de huecos que iluminan la nave. Serán esas ventanas uno de los efectos plásticos más sobresalientes del paramento, pues son capaces de dinamizar convenientemente lo que sólo era una estructura mecánica funcional. Proporcionan ahora atractivo visual a la vez que introducen luz al interior. Por otra parte, es capaz de recibir la escultura monumental que habitará los capiteles, además de resultar atractiva la traza de sus arcos con diferente molduración.




(podemos intuír el grosor del muro a partir de este arco de medio punto)




Contrafuertes:


Los soportes característicos de un edificio románico son el pilar compuesto y el estribo o contrafuerte adherido exteriormente al muro. Los contrafuertes tienen por objeto reforzar los muros y servir a la vez de estribo o contrarresto a los arcos y bóvedas (servicio que también prestan los pilares compuestos): son visibles al exterior, lisos y de forma prismática. Pero cuando se adhieren a los ábsides aparecen frecuentemente a modo de columnas que sostienen el alero.


Los contrafuertes exteriores eran la lógica del contrarresto a las presiones diagonales que se ejercía sobre el muro, porque el impacto de la bóveda nunca se concentra exactamente sobre el plano vertical, sino sobre el horizontal y diagonal, en cierta curva. Eran esos contrarrestos de más o menos espesor, piramidales, doblados, etc., según el conocimiento y las necesidades de la obra. Pero no eran el único método de contrapeso, porque las naves laterales con sus bóvedas de arista, un cuarto de esfera o de cañón, colaboraban también en la recogida de las tensiones de la bóveda central.



Arco de medio punto:



Se denomina arco de medio punto al arco que, apoyado sobre sus dos puntos extremos toma la forma de media circunferencia; resultando así su centro a la misma altura y en el centro de la línea imaginaria horizontal que une sus puntos extremos. Inicialmente este tipo de arco se construía a partir de pequeños elementos adosados entre sí, denominados dovelas, generalmente realizados en piedra, ladrillo o adobe.

Este tipo de arco es característico de la arquitectura romana, que lo difundió a lo largo de los distintos países por donde pasó en su expansión territorial y cultural. De muy fácil ejecución y apto para cubrir o salvar distancias considerables (en huecos de fachadas, puentes, etc), de él se deriva su aplicación a otros estilos arquitectónicos posteriores tales como el románico, el renacimiento, el barroco o el neoclásico, fundamentalmente.

El arco de medio punto aparece como el elemento base para el desarrollo de la arquitectura abovedada y para la aplicación del elemento fundamental de ésta, la bóveda de cañón, que resulta formada por el desplazamiento de este arco a lo largo de un eje longitudinal.
Existen distintas variantes del arco de medio punto, entre los cuales los más directos son:

El arco peraltado, que es el arco semicircular cuyo centro se encuentra en una línea por encima de los puntos de apoyo, quedando entre éstos y los arranques del arco pequeños tramos rectos verticales. Resulta mucho más esbelto que el anterior, ya que muestra la semicircunferencia completa a veces muy por encima de los puntos de apoyo.
Y por el contrario, el arco rebajado, que es un trozo de arco también de forma semicircular pero que aparece como “aplastada”, resultado de tener su centro en una línea horizontal imaginaria por debajo de los puntos donde se apoya; motivo por el cual el arco es menor que una semicircunferencia y arranca con ángulo agudo.

 
 Se usará el arco de medio punto para adintelar ventanas, para conformar las puertas de entrada al templo, para adornar esas puertas, formando arquivoltas, que serán esculpidas, y para mejor distribuir el peso del tejado sobre los muros. A esos arcos los llamaremos arcos formeros cuando los usemos para separar los espacios en la parte rectangular, o arcos fajones si los usamos para reforzar la sustentación de la bóveda unidos a la misma. Y cuando se usen para unir o separar, según se mire, la parte rectangular de la parte divina, entonces se llamará arco triunfal.



Los arcos de medio punto del Arte Románico en España tienen una característica, se dibujan de un solo trazo a partir de un único centro. Son los arcos usados por lo cluniacense al construir el Románico pleno y fueron sustituidos por el arco apuntado en el Románico cisterciensse. El arco apuntado del Arte Románico en España se dibuja a partir de dos centros y lo forman dos segmentos de arco de diferentes circunferencias. Cuando se usa un arco apuntado las cargas se distribuyen mejor y el arco es más resistente, lo que, por otra parte, permite mayores elevaciones. Cuando no se usa el arco apuntado en el Arte Románico en España y no existen otros sistemas de distribución de las cargas como se añadieron en el gótico, el peso de la parte alta puede requerir que los muros en que se apoya se refuerce con contrafuertes.


Edificios románicos en Italia:


Aquí os dejo algunos edicifios románicos escogidos al azar entre todas las provincias italianas.




(Catedral de San Doninno, Fidenze)

(duomo Pisa)


(Claustro de los canónigos, Verona)
(Doumo de Santa Maria Assunta, Parma)


(Fachada del duomo de Ferrara)
(Duomo de San Giminiano, Modena)
(Santa Annunziata dei Catalani, Messina, s.XII)




La escultura románica. Características:


El Arte Románico consiguió una de sus más altas cotas plásticas en la calidad de su escultura, que se incorporó de forma eficiente y con soberbia maleabilidad a la arquitectura como gran apartado identificador.

Esa producción escultórica se desarrolla entre los toscos relieves del Primer Arte Románico en los tímpanos de Fonts y Sureda, y las importantes fachadas del segundo Arte Románico de Carrión, Ripoll, Leyre, Sangüesa, Estella y Soria, o se encuentra de forma abundante en los claustros de Silos, San Juan de la Peña, San Pedro de la Rúa, Pamplona o Soria, sublimándose en el Pórtico de la Gloria con la llegada del maestro Mateo a finales del siglo XII, ya muy presente el Tercer Arte Románico, tanto en arquitectura como en escultura.

Respondía su instalación a varios factores. La causa primordial era la evangelización de los fieles que disfrutaban de su visión. Era la enseñanza de las cosas de la fe por otros medios. El necesario adoctrinamiento que se instalaba en los lugares más apropiados del monumento: en las puertas, en los dinteles, en los capiteles que observaban quienes oían y veían la misa dominical. En cualquier lugar que fuera necesario para complementar la homilética de los clérigos, que de ese modo veían cumplidos sus deseos de integrar todo el edificio en función sacra. Aunque también poseía función ornamental.
 
 
Las principales labores de escultura románica se admiran hoy en los relieves de muy variados capiteles y en las magníficas portadas y elegantes cornisas de muchos edificios de la época, en cuyos frontis se representan escenas bíblicas y figuras alegóricas (entre ellas, los llamados bestiarios y las personificaciones de los signos del zodiaco, etc.) a una con imágenes de Santos en gran relieve. Además, se ejercitó la escultura románica en la talla de curiosos dípticos de marfil, de graves crucifijos (de marfil y de bronce) y de estatuas de la Virgen María (en piedra y en madera, ya sola ya chapeada en bronce) que se conservan en sus santuarios o en los Museos y, en fin, se manifestó ingeniosa dicha escultura en la decoración de arquetas o cofrecillos para guardar reliquias y joyas, de ricas tapas para libros litúrgicos, de fontales o antipéndium para los altares, de pilas y sepulcros de piedra con relieves, etc. Desde la invasión de los bárbaros quedó olvidado casi por completo en Occidente el cultivo de la glíptica en lo que se refiere a piedras finas pero se utilizaron las gemas anteriormente labradas por griegos y romanos aplicándolas sin estudio a objetos preciosos y de adorno especialmente, sortijas. Hubo, sin embargo, algunos entalles con inscripciones o con alguna figura tosca, como la esmeralda del Tesoro de Guarrazar, y gran empleo de piedras finas en forma de cabujón para objetos de orfebrería.








Pintura románica: antecedentes y características:




El origen de la pintura románica se remonta a la pintura y mosaicos bizantinos, se basa en ellos de forma que se puede establecer un patrón de similaridad. A su vez modificada por el prerrománico característico de cada localidad que tuvo una influencia diferente en cada lugar dotándolo de rasgos característicos dependiendo de la situación geográfica.
El Arte Románico no desaprovechó la ocasión de utilizar los lienzos interiores de los muros de las iglesias para aumentar la decoración y la enseñanza bíblica. Lo hizo sirviéndose del tercer arte monumental: la pintura.

El color fue una de las características de las iglesias románicas. Condiciona al marco de un modo compositivo e iconográfico como complemento del simbolismo arquitectónico y escultórico, que ya inundaba los interiores de los edificios. Se instalan principalmente en los ábsides, y de forma secundaria en las paredes de las naves, que cubrían parcial o totalmente.

La técnica empleada para su fijación era la del fresco. Una técnica difícil que daba muchos problemas por la necesaria rapidez de su factura que provocaba deficiencias con el paso del tiempo. Esto era debido a la poca durabilidad proporcionada por la pobreza del material. Consistía en una mano de cal y sobre ella los colores básicos disueltos en agua. Permitía esa forma de actuar corregir lo equivocado o mal resuelto al poder repintar de nuevo, pero con un resultado de poca solidez al instalar colores acuosos en diferentes capas que con el tiempo eran muy proclives al descascarillamiento.

La realización sobre el muro era muy simple. Sobre una capa alisada se dibujaban con un punzón las líneas de las figuras que se deseaban realizar. Para el contorno se preferían los colores negros y ocres que aislaban convenientemente a las imágenes de los que después se les aplicarían en el interior. Después se procedía al relleno de las figuras con los colores elegidos con una policromía base de ocres, amarillos, rojos, azules y blancos. La paleta de colores no iba mucho más allá por la limitación de las posibilidades de las mezclas y la dificultad de conseguir más gamas, a la vez que por la efectividad del resultado con la composición aportada.
El estilo era lineal, esquemático y hierático, en el que todavía no había entrado el naturalismo que lucía la escultura de finales del Segundo Arte Románico, pero compartía con ella el alto carácter evangelizador de sus realizaciones, sin mezclar en su simbolismo los caracteres de lo monstruoso y lo animal, que exhibía la escultura.

Las claves generales de los temas eran universales y convencionales, principalmente teofanías mayestáticas (apariciones de Diós) presididas por la Maiestas Domini y acompañada por el Tetramorfos. A su lado floreció con prontitud la compañía de la Virgen María, sola o presidiendo apostolados al lado de ángeles. Estas eran las representaciones preferidas en los ábsides. En los muros aparecían toda suerte de escenas bíblicas en semejantes funciones catequéticas a la escultura del templo, ya fuera exterior o interior, pero no temas de la cultura popular o etnográfica expuestos en algunas fachadas y capiteles.

También se daban técnicas como el temple (En la pintura sobre tabla de los frontales de los altares, antecedentes de los retablos posteriores) y las miniaturas (Siguen una amplia tradición cristiana en la iluminación de códices y libros)

Síntesis:

Las características técnicas y estilísticas eran el desnaturalismo, porque las pinturas eran abstractas y simbólicas y prevalecía la importancia las expresiones frente a la belleza de las formas, y destacaban otros arcaísmos, como la frontalidad, el hieratismo, las desproporciones, el canon alargado y la estilización, etc...
El contorno del dibujo se hacía de trazo negro grueso, como marco del color, mediante trazos rápidos y seguros. El color era plano, puro, sin mezclas, a lo sumo dos o tres tonalidades, de gama reducida. La luz no creaba volúmenes, es una pintura plana. Pintura bidimensional, sin paisaje ni perspectiva con fondos uniformes, de un solo color o formando bandas paralelas de diferentes colores. Y se mostraban figuras yuxtapuestas y frontales rellenando el plano.

(fotos sacadas en su mayoría de San Isidoro, León)